domingo, 5 de septiembre de 2010

ANTIcuerpos: una crítica estética de la tortura

Mi reseña (privada) de una historia contada en dos versiones:
Lunas amargas de Pascal Bruckner/ Lunas de hiel de Roman Polanski

Mood chart: En verano
Fondo musical: Sexo hecho música, por el ser más asexuado del planeta.
Interludio: My spine/Bjork

Al mejor estilo de mi sistema exocrino mi pensamiento se sobresaltó con asombro ante la presencia de un extraño que no revelaba del todo su intención pero que era a primera vista lo suficientemente sospechoso como para tener que desconfiar. Y es precisamente la duda ante el engaño posible lo que detona la sospecha, no la mentira per se. Pero nuestro cuerpo es tan generoso con nuestra experiencia que no impide el acceso al peligro, sin embargo siempre está alerta para generar la defensa con algún plan de contingencia. Nuestras células no actúan en contra de un agente patógeno hasta no sentir daño. Siempre le dan una oportunidad. Ultimamente me he declarado no cobarde, aclarando de antemano no ser valiente, así que con paso resegado exploro el peligro, con los sentidos alerta, sabiendo el riesgo al que me expongo y calibrando de manera torpe mi tolerancia al vértigo.  Al igual que los anticuerpos, la adrenalina también es administrada por una glándula, lo cual pareciera indicar en el estudio más pragmático de nuestra existencia, estamos destinados a vivir dominados y controlados por órganos que son los que al final deciden por nosotros y filtran nuestra experiencia en un proceso físico-químico, en el cual el albedrío es pura ilusión de la ficción en la que nos gusta dormir. Esto lo aprendí cuando el enano fue expuesto al microscopio. Bajo la lente científica, el enano es solo una deficiencia glandular y la incapacidad autónoma de segregar cierta hormona en determinado momento. Un censor roto o un aspersor defectuoso nunca lo sabremos, el microscópio todavía no enfoca a tal magnitud. Pero en el sueño de mi ficción, el enano es grande y poderoso, y tengo que hacer más por mi que suministrar un medicamento. (pero además el enano entiende como siente un doctor, no por eso le parece menos monstruoso)

No me considero una mujer pudorosa, no me avergüenza hablar de sexo, pero no voy a negar que un tema de carácter erótico alerta algo más que mis sentidos, y muchas veces mi posición es más inclinada a la defensiva que a la ofensiva. Los que me conocen bien, saben que no me gusta que me toquen, pero también saben que si confió y conozco, puedo llegar a ser muy cariñosa. Siempre me he considerado muy sensible, pero creo que en realidad soy sensitiva, si eso puede ser posible. Lo que me ha obligado de igual manera ser observadora y calculadora. Por que los sentidos suministran demasiada información y a menos que la información sea codificada y decodificada, corre el riesgo de convertirse en basura y estorbar. Razón por la cual estoy llena de SPAM.

Entrando al verdadero tema, por increíble que parezca esto es una crítica literaria y cinematográfica, la cual necesitaba ese preámbulo, como mecanismo de defensa, ya que me sentí vulnerable (que no es lo mismo que sentirse débil) en mismo momento en que acepté hacerla. Por que cuando alguien a quien recién conoces te sugiere un libro de alto contenido erótico, sin importar cual sea el contexto en el que te lo proponga, asusta. Y sí, puede sonar inmaduro y adolecente, lo que acabo de confesar, pero son exactamente los adjetivos con los que describo mi blog, cuando se lo ofrezco a alguien, por lo que puedo darme el lujo de serlo aquí, ya que ante todo intento no ser hipócrita. Por que como lo dice muy bien el narrador de esta historia, Bruckner: "Es una provocación caníbal: tragamos lo que nos repugna para no tener que temerlo". Pero al enano no siente asco de él, tampoco vergüenza, no le importan las apariencias y prefiere vomitar en público que tragar entero. Por feo que suene, cuando se trata de sexo, a veces siento miedo.

Desde el análisis del contexto en cuestión, la tortura, la historia como tal no me pareció un "amor tortuoso". Por una sencilla razón, desde mi corazón y mi panza, yo no le llamaría amor a ninguna de estas relaciones. Cuando se trata de amor, a diferencia de Víctor yo no pienso que: "Todo amor de alguna manera es tortuoso y si no lo es suele resultar aburrido. No hay cosa más penosa que una relación aburrida, en el amor prefiero mucho de “tortura” a un poco de aburrimiento". Yo creo que si uno no está incluso dispuesto a aburrirse con y por el ser amado, no está listo para amar. El amor es un sentimiento demasiado grande para que conviva con el egoísmo, por eso en el amor y el sexo, a mi parecer, la clave es la negociación. Y sí existen en el mundo muchos otros sentimientos que se pueden confundir con amor, algunos más tortuosos que otros, pero nunca creería que sean parte el amor. Definitivamente están presentes en las dinámicas de los amantes, pero son sentimientos que alejan aunque generen dependencia. En estos meses de soledad, lo que más he extrañado es la rutina, lo que pido a gritos es la monotonía y daría lo que tengo por volver a lo que con tantas fuerza le huía, aburrirme con él. Ahora creo que si los silencios son valiosos, la rutina y el aburrimientos son grandes pruebas de amor. Más que la misma pasión, eso lo encuentras en personas que incluso no tienes que amar. Pero la tolerancia de un ser humano no es lo suficientemente fuerte para aguantarse la monotonía ni el cansancio de alguien a quien no ama.   
Creo que la "tortura" en esta historia esta más cerca de la pasión y la vanidad que del amor. Por que cuando dos amantes negocian cruzar una frontera o borrar los límites de lo que creen es normal, volver atrás se convierte en una meta imposible. Dentro de lo que pudiéramos considerar como moral, podríamos mal juzgarlo como irrespeto, pero creo que cuando alguien logra conciliar sobrepasar límites, el respeto no se pierde, lo que se pierde es la verdad. Una vez se entra a lo desconocido, cualquier cosa es posible, se desdibujan las lineas del borde por donde se camina y es esa la razón de perder el camino de vuelta, ya no se sabe donde se está, que en el caso de la intimidad, seria no saber con quien se está. Al ser la pasión un juego de emociones, siempre estará presente la competencia, y es ese factor el que hace que cada vez sea más atractivo seguir y ceder un poco más, dentro del juego la pasión nadie busca los límites, todo lo contrario la meta es no tenerlos, por eso lo peligroso del fetiche, y por eso la facilidad de llegar a la perversión. Intentar volver atrás, intentar poner límites de nuevo, cuando ya se ha cruzado la frontera, significa rendirse, y a menos que haya un sentimiento tan fuerte como el amor, nadie está dispuesto a declararse perdedor, a mostrarse débil o cansado, perdido. Y a menos que haya un sentimiento tan fuerte como el amor, el otro no tendrá la generosidad de parar desde la victoria, a descansar o retroceder y en el mejor de los casos a declarar un empate técnico, para seguir en un juego de dos. 
De nada sirve ser campeón mundial, si no hay con quien mantener la copa. Incluso en los deportes individuales existe una ponderación comparativa del nivel de juego de cada jugador, el handicap es más valioso que la victoria. La competencia es necesaria, es lo que al final produce la diversión.
Por eso lo peligroso a mi parecer en esta historia y en todos los amores tortuosos en general, no es atravesar la frontera, no es negociar los límites de la normalidad, no es probar lo desconocido o ir a ciegas en los límites de la pasión; es confundir las motivaciones, y por supuesto, pensar a la ligera que cualquier sentimiento que llene un instante de pasión es amor. Por que el sentimiento se debilita, se desconfía y así se decubre tristemente que tal vez nunca existió. La tortura es auto producida, la tortura es desconocer nuestro umbral de dolor. Lo más importante de un buen competidor es el conocimiento que tenga de sus capacidades, por arriesgado que sea nunca debe olvidar sus límites, incluso cuando decida cruzarlos. De eso depende que resista el juago. No todos los seres humanos tenemos la misma tolerancia al dolor, y de la misma manera nos enfrentamos a el. Algunos pueden caminar sobre brazas ardientes, otros no soportan voltear una tortilla en un sartén. Eso no los hace fuertes o débiles, solo los hace diferentes. Y es esa diferencia la que nos hace torpemente emparejarnos, es la curiosidad por lo diferente, la atracción por lo novedoso nos hace sentir vivos, al hacernos reevaluar cada una de nuestras virtudes y defectos confrontadas ante las del otro. Nos obliga a conocernos, por eso la vanidad, por primera vez nos enfrentamos a nosotros mismo, cuando intentamos amar,  por eso la fealdad de estos personajes, cada uno logró sacar del otro lo peor de él. Por que al conocerse tan de cerca prefirieron amarse a si mismos en vez de a su pareja. Les pareció más atractivo lo que descubrieron de ellos mismos, sus capacidades para herir, se sintieron grandes cuando nada los detuvo, y nunca se detuvieron a mirar lo que perdían a cambio en ese canje frío de vanidad.

Tal vez mis gustos son muy simples, tal vez he vivido muy poco, para encontrar lo extravagante necesario necesario para la vida y contentarme con lo romántico de lo näif. Pero esta historia no me pareció del todo original, ni en el extremo de la perversión, ni en lo complejo de sus elaboradísimos personajes. Creo que para clasificarse como una historia bizarra del siglo XX, está bastante pasada de moda, ya el marqués lo hacia tanto mejor en el siglo XIX, teniendo en cuenta lo apretado que era su alrededor siempre encontró un acertado sofisma para burlarse de el e ilustrar su intimidad. Incluso Polanski se queda corto y temeroso, al llevar la historia a la pantalla, pensando que al escoger una novela cargada de personajes sobre condimentados, no se avergüenza de mostrar lo que en realidad uno se puede hastiar en esta historia, de la vanidad. Y esconde por pudor, lo poco que los hace humanos verosímiles, la inmundicia con la que gozan del desparpajo de sus instintos animales. Volviendo aquí a mi facsinación por la reinterpretación de historias cargadas de los mismos elementos, en diferente orden de factores. Tengo que decir, que de nuevo la dupla del marqués y Pasolini, lo hacen mucho mejor que Bruckner y Polanski. Claro ejemplo es Saló o Los 120 días en Sodoma, una verdadera escuela del libertinaje y la pérdida de estribos, donde definitivamente, hay que hacer pausa en cualquiera de los dos formatos, para respirar hondo y preguntarse si de verdad se desea continuar, por que la confrontación de sentidos y sentimientos es tan dura que no hay forma de escapar a la duda.

Evocando un poco el gusto por la fusión de culturas de Bruckner, puedo decir, que los italianos condimentan mejor con imágenes un platillo francés; que los mismos franceses en su mesa.    

Agradezco inmensamente el detalle de un amigo, que ha provacado la estimulación no solo de mi curiosidad sino de mis sentidos. El erotismo es un tema que dejé de explorar desde la adolecencia, y esta historia no solo me lleno de inquietos sentimientos, sino que me trajo a la memoria cientos de flashbacks. El marqués de Sade, Gabo, Decamerón y El kamasutra, entre muchos otros libros y autores fueron los consejeros más confiables en mi adolecencia. por que a diferencia de muchas niñas que encuentran en la pubertad el momento de explorar, yo preferí no comer entero de inespertos de mi edad y confiar en las versiones de exploradores lejanos a quienes no tenía cerca para cuestionar.

El poeta que enamoró un enano y luego le rompió el corazón segunda parte

Como siempre el enano alucina en los momentos más inútiles, como si imaginar lo peor o preocuparse arreglara algo. Se desvorda de ansiedad, lo cual solo lo lleva a reconocer al día siguiente su debilidad. Una vez más su experiencia le indica que en estos momentos lo debe seguir es lo que dicta la razón, por que la emosión no la maneja, al contrario lo domina.
Su razón le decia que estaba lleno de conocimiento que lo hacia superior a cualquier circunstancia. Que el sujeto de su amor no era un desconocido para él, precisamente por eso existía la admiración. Esta tenia fundamento de causa. Y fue el destino el que le demostró una vez al enano, que la realidad no es tan lejana a su ficción. Y que Agustín era exactamente la persona que el había conocido en la distancia y anonimato, y que por esa razón ya no importaba si había alguien como tu. y mejor aún si alguien más se enteraba.