martes, 21 de septiembre de 2010

Acerca de mi única fobia: Sí le tengo fobia a las barrigas... ¡y qué!

Fondo musical: Vicentico, de cómo me imagino suena el papá de mis hijos.
(¡¡¡Una Madre!!!) Basta de llamarme así / Vicentico
Moodchart: Qué esperar cuando se está esperando, aprendiendo a tener paciencia.

Desde chiquita he admirado a mi mamá, todo lo hacía ver fácil, para ella no existen obstáculos, siempre quiere intentarlo. Es muy valiente, aunque ella siempre piense que es por bruta, y que lo que pasa es que no mide el peligro. Y que se mete de cabeza a los retos sin medir el riesgo. Yo pienso que si eso es ser bruto, la humanidad entera debería no pensar tanto, ya decían de un amigo negro que tengo a la distancia, que cuando piensa la caga, y yo completo la frase un poco más fresa para los que lo entienden, el negro cuando piensa pierde. Pues mi mamá al parecer piensa igual, pero yo no, en realidad yo la envidio y admiro, con envidia de la buena y admiración de rockstar. A los quince años pensaba que todo lo había hecho perfecto, creía que tenía el mejor timing del mundo, quería sincronizar mi vida a su reloj, quería vivir a su ritmo. Así que lo planee todo, me graduaba a los dieciocho años del colegio, me cuadraba con alguien a los diecinueve, durábamos de novios dos años, nos casábamos a mis veintiuno y dos años después teníamos nuestro primer hijo, si quisiéramos la parejita como mis papás, sería el siguiente año, para que se acompañen y se cuiden como mi hermano y yo. Que parecemos gemelos. El timing se daño desde el inicio, yo no pude imitar a mi mamá, mi novio a los diecinueve si tenía planes de matrimonio ese año, pero no conmigo, sino con su otra novia que lo esperaba para casarse en el Brasil, así que como ella no estaba dentro de mis planes con el dolor del alma, lo dejé y empecé a perder el tiempo, ya nunca más se detuvo. Pero como yo a esta vida vine a tener hijos, por no decir a que me hagan un hijo, que al parecer escandaliza la expresión a varios, no perdí la ilusión y reacomodé el calendario. Me empeñé en sacar la carrera primero por que no valía la pena perderse de nada por ser mamá, por que lo que yo quiero es, pero además... Ser mamá. Así que le di la vuelta a la rosca y la universidad la saqué en tres años, de esa manera solo estaba en teoría desfasada dos años, pues ya era profesional a los veintitrés, sin embargo los prospectos de papá no me convencían, por no decir que a los que no les convencía el plan era a ellos. Para los veinticinco años, habían pasado varios novios, y pocos padres así que se me adelantó alguna middleagecrisis, por lo que tuve que volver a reacomodar fechas en el calendario y prioridades. Decidí dejar de ponerle fechas a los hijos, ni hijos a los posibles padres, y me relajé. No volví a pensar en el tema hasta que me casé y empezó este babyboom, yo ya había tenido barrigas muy cercanas desde los trece años, tampoco estoy tan loca, el tema me perseguía, para donde mirara había una panza, por algo mi fobia, pero esto cada vez se estaba apretando más. Y por eso cuando por fin pude tachar una de las fechas del calendario a mis veintisiete años, ya tenía un hijo a cuestas, fue la forma para no perder a su padre, lo encarté a tal punto que no me pudo dejar. Beto sabía que no se lo había dado para manipularlo, sino para poderme ir en paz, para tener un gesto de gratitud en mi partida, la primera vez que me dejó, pero al parecer el gesto le gustó demasiado y decidió no irse. Así que cuando formamos este hogar, yo le conté de mis planes "maquiavélicos" y no salió corriendo por que ya se lo suponía, se me veía de lejos lo madre, pero él siempre iba un paso más adelante que yo, así que me dijo que todo le parecía perfecto, pero que él también tenía un sueño y era tener una casa llena de perros, así que por cada niño que llegara al horgar, debía entrar acompañado de un perro. La idea no me sonó del todo monstruosa, pero si un poco descabellada, pensando que al fin y al cabo nosotros éramos tan solo unos niños, así que como muchas otras cosas que significaban un gran esfuerzo lo dejamos para después. Y esta es la historia de como Sus-anita se casó, pero no tuvo hijos. Solo un hermoso perro. Enzo Alberto Ferrari Suárez, digno hijo de sus padres.
Ahora bien, la razón de esta entrada no es mi obsesión con la maternidad, aunque si es muy apropósito de la llegada de Pascual y Emiliano, los hijos de mis dos mamitas: Emi ya llegó y Pascual ya está pidiendo pista para aterrizar, que para mi es en cualquier momento a partir de los próximos cinco minutos. No se por que pienso con tanta seguridad que va llegar a este mundo el 22 de septiembre. Pero ya perdí el sueldo en pollas así que mejor no hablo más. La razón de esta entrada es mi obsesión con la espera, la ansiedad que me genera. Creo que la razón del babyboom a mi alrededor, es karma, no solo por que me confronta el hecho de que no soy madre aún y que a diferencia de mi mamá ya voy volada seis años, sino por que en un momento en el que estoy llena de ansiedad por que todo pase y pase rápido, he visto a mis dos Caros, las más ansiosas, las más afanadas y las más negadas a la maternidad en su etapa no maternal; a ser madres y mejor aún a esperar. Todos los días pienso en esas panzas, en lo mucho que me asustan, en lo mucho que me aterran, las mido con los ojos, no alcanzo a aprenderlas, siento su cansancio, siento su ansiedad, su desespero, las siento frágiles, débiles, inestables, no les creo, les temo. Ahora pienso que yo soy así con cosas mucho más tontas, cosas muy cotidianas, cosas muy mías, como con el enano, con el amor, con el duelo, con las deudas, con la hora del almuerzo, con la lentitud del computador. En fin a veces pienso que si algo no soy es madre. Me cuesta mucho esperar. Pero se que si algo sí soy es terca. Y de eso me voy a agarrar, será mi tábula. Hoy con cada uno de mis sueños, y mañana cuando tenga que esperar para ser mamá.